Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los bahá’ís creen en que los sueños prueban que cada uno de nosotros poseemos más que nuestra mera vida material, tangible: que todos tenemos latente una vida eterna.
… reflexiona sobre la perfección de la creación del hombre, en el cual están replegados y ocultos todos estos planos y condiciones. — Bahá’u’lláh, Los Siete Valles, página 62.
¿Cómo pueden los sueños probar que tenemos un alma eterna? Los escritos de El Báb, los cuales refieren al fenómeno de los sueños como una evidencia de la vida después de la muerte, responden a este planteamiento directamente:
Verdaderamente, Dios ha creado el estado del sueño en Sus siervos para que puedan estar seguros de la existencia de los mundos posteriores y la vida eterna. La vida de este mundo y sus cambios y oportunidades, después de la muerte, son incluso como un sueño que uno ve; una vez que el soñador se haya levantado, sólo verá el efecto de su interpretación. –de una Tabla de El Báb. [TRADUCCIÓN DE CORTESÍA]
En pasajes similares dentro de Sus escritos, Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá explican los sueños como una maravillosa manifestación del mundo del espíritu, ofreciendo evidencias de la vida eterna y proveyéndonos con un indicio de cuán diferente ésta es de la vida física.
En algunas instancias, la experiencia de soñar puede tener la mayor importancia para un individuo, hasta llevarle al reconocimiento de Dios. Para muchas personas, meditar sobre la existencia y substancia de sus sueños puede ser beneficioso en su búsqueda espiritual de un significado:
Por tanto, os exhorto a consagraros a vuestro desarrollo espiritual. Así como os habéis esforzado en el sentido material y habéis logrado altos grados de progreso mundano, ojalá podáis de igual forma fortaleceros y ser expertos en el conocimiento de Dios. Que los sentimientos divinos se incrementen y despierten; que vuestra devoción al reino celestial se vuelva intensa. Que recibáis los impulsos del Espíritu Santo, que seáis asistidos en el mundo de la moral y logréis el poder ideal para que lo sublime del mundo de la humanidad se haga presente en vosotros. De esta forma podréis alcanzar la más alta felicidad, la vida eterna, la Gloria sempiterna, el segundo nacimiento, y convertiros en manifestaciones de los dones de Dios. – ‘Abdu’l-Bahá, La Promulgación de la paz universal, página 239.
¿Y es que todos los sueños nos guían a este elevado reconocimiento? No, muchos de nuestros sueños, nos aseguran las enseñanzas bahá’ís, no tienen un significado duradero:
Algunas veces la mente y el pensamiento del hombre descubren las verdades, y de esta reflexión y descubrimientos se producen signos y resultados. Pues bien, tal reflexión tiene un fundamento. En cambio, muchas cosas que surgen en la mente del hombre son como las olas del mar de la imaginación, que no dan fruto ni producen resultado alguno. De la misma manera, el hombre, en el mundo del sueño tiene un día una visión que se verifica exactamente en la realidad; y otro día, concibe un sueño sin ninguna consecuencia.
…Una puramente imaginaria, y la otra […] es real, produce efectos maravillosos en la mente y los pensamientos de los hombres, y es causa de la atracción de sus corazones. – ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, página 307.
Entonces, ¿cómo reconocemos la diferencia? En una Tabla dirigida a un bahá’í, ‘Abdu’l-Bahá explica:
Cuando el alma del hombre es refinada y purificada, se establecen vínculos espirituales, y de estos lazos se producen sensaciones percibidas por el corazón. El corazón humano se parece a un espejo. Cuando está pulido, los corazones humanos están en sintonía y se reflejan unos en otros, y de este modo se generan emociones espirituales. Es como el mundo de los sueños, donde el hombre está desprendido de las cosas tangibles y experimenta aquellas que son del espíritu. ¡Qué asombrosas leyes intervienen y qué notables descubrimientos se realizan! Y puede ser que incluso se produzcan comunicaciones detalladas. […] – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, página 149.
Nuestros sueños, de acuerdo con las enseñanzas bahá’ís, pueden venir directamente del mundo del espíritu, pero eso depende de la pureza de nuestros corazones y de nuestras almas.
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