Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cuál es el propósito de la vida humana? ¿Cómo se pueden comprender sus misterios? ¿Cuál es el destino final del alma en la tierra y en los mundos del más allá?
Estamos rodeados de todo tipo de teorías, ideas y creencias sobre estas cuestiones por parte de científicos, filósofos, religiosos y otros. A menudo, no satisfacen nuestra sed o incluso pueden dejarnos más confundidos.
Sin embargo, en las palabras y acciones de Abdu’l-Bahá, una de las figuras centrales de la fe bahá’í, he encontrado la armonía entre la sabiduría espiritual, la lógica y la ciencia, lo que ha incrementado mi visión sobre estos temas. Por ejemplo, como médico, he aprendido de él que hay elementos tanto médicos como espirituales que deben ser considerados en el proceso de curación. Abdu’l-Bahá no solo habló, sino que también demostró a través de su forma de vivir, cómo se puede cultivar y cosechar los frutos más selectos de la vida.
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Nacido en 1844, Abdu’l-Bahá fue el hijo mayor de Bahá’u’lláh, profeta y fundador de la fe bahá’í. Tras el fallecimiento de Bahá’u’lláh en 1892, Abdu’l-Bahá se convirtió en el sucesor de su padre y en el intérprete autorizado de sus escritos. Abdu’l-Bahá, quien falleció en 1921, pasó los primeros años de su vida -cuatro décadas- en prisión por ser bahá’í. A pesar de tal sufrimiento, fue conocido por su servicio a la humanidad, su dedicación a la igualdad de género y, cuando viajó a Europa y Norteamérica, por ser un defensor de la paz y la justicia racial.
En su libro «El Orden Mundial de Bahá’u’lláh», Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, escribió sobre los atributos de Abdu’l-Bahá y compartió los elevados títulos y apelativos que Bahá’u’lláh, en sus escritos y tablas sagradas, utilizaba para alabar y ensalzar el rango y la posición de Abdu’l-Bahá: el «Centro de la Alianza», «el Ejemplo perfecto», «el Misterio de Dios», «la personificación de todo ideal bahá’í», «la Rama Más Poderosa» y «la Luna del Astro Central de esta santísima Dispensación».
Sin embargo, al contrario de lo que uno podría esperar que se reflejara en un individuo con ese título, la vida y el carácter de Abdu’l-Bahá fueron vívidas expresiones de su humildad, sencillez y servidumbre ejemplares.
En su libro, «La Revelación de Bahá’u’lláh, Vol. 3», el autor Adib Taherzadeh escribió sobre Abdu’l-Bahá: «El único puesto que conservó para Sí mismo fue el de intérprete designado de los Escritos de Bahá’u’lláh. Y esto lo hizo de manera que, si alguna vez una persona intentaba glorificar Su estación refiriéndose a los muchos títulos exaltados con los que Bahá’u’lláh lo había designado, entonces Él simplemente diría: ’Yo soy el Intérprete de la Palabra de Dios y mi interpretación de todas estas designaciones es Abdu’l-Bahá (Siervo de Bahá’u’lláh)’«.
Según Shoghi Effendi, estos exaltados títulos y esta profusa alabanza conferida a Abdu’l-Bahá por Bahá’u’lláh nunca debieron interpretarse como que Abdu’l-Bahá era el receptor de una estación «idéntica o equivalente a la de Su Padre, que es la Manifestación misma».
De hecho, el propio Abdu’l-Bahá comentó por escrito en la Tabla de la Rama (de Bahá’u’lláh): “Afirmo, que el verdadero sentido, el significado real, el secreto íntimo de estos versículos, de estas precisas palabras, es mi propia servidumbre al sagrado Umbral de la Belleza de Abhá, mi propia total insignificancia, mi anulación extrema ante Él. Ésta es mi corona resplandeciente, mi preciosísimo adorno… A nadie le es permitido dar a estos versículos ninguna otra interpretación.”
Durante el ministerio de Abdu’l-Bahá, algunos bahá’ís, en su afán por honrarle, equipararon su posición a la de Bahá’u’lláh y el Báb -el precursor de Bahá’u’lláh y el fundador de la fe babí- o incluso superior a la del Báb. Abdu’l-Bahá refutó rápidamente tal glorificación errónea y frecuentemente advirtió a los bahá’ís que no hicieran tales afirmaciones.
Declaró claramente: «Esta es mi convicción firme e inamovible, la esencia de mi creencia evidente y explícita… Mi posición es la posición de la servidumbre, servidumbre que es completa, pura y real…»
La desafortunada consecuencia de exagerar la estación de Abdu’l-Bahá creó una confusión sobre este asunto que, sin saberlo, jugó a favor de la gente que perseguía a los bahá’ís. Aprovechando esta confusión, alegaron maliciosamente que Abdu’l-Bahá reclamaba la condición de profeta.
En su libro «La Alianza de Bahá’u’lláh», Adib Taherzadeh escribió sobre cómo Abdu’l-Bahá aclaró el asunto de forma sencilla y elocuente. Abdu’l-Bahá explicó que hay tres estaciones en el mundo de la creación, siendo la más elevada la estación de Dios que está más allá de nuestra comprensión. La segunda es la estación de la Manifestación de Dios, que también es inaccesible. La tercera es la estación de la servidumbre, la estación más loable a la que pueden llegar los seres humanos. Cuando un hombre habita en esta estación, se acerca a Dios y se convierte en receptor de la gracia y la generosidad.
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Este anhelo de servidumbre y expresión de humildad, a pesar de todas las alabanzas y títulos elevados que le confirió Bahá’u’lláh, puede discernirse claramente cuando leemos el Testamento y Voluntad de Abdu’l-Bahá en el que explica, “Ésta es la base de la creencia de la gente de Bahá… Su Santidad, el Exaltado (el Báb), es la Manifestación de la Unidad y la unicidad de Dios y el Precursor de la Antigua Belleza. Su Santidad la Belleza de Abhá (que mi vida sea sacrificada por Sus firmes amigos) es la Suprema Manifestación de Dios y la Aurora de Su Más Divina Esencia. Todos los demás son Sus siervos y obedecen Su mandato”.
Este pasaje define explícitamente el papel de los creyentes, incluido Abdu’l-Bahá, en relación con los dos profetas de Dios en la fe bahá’í.
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