Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Actualmente, con varias guerras regionales, el mundo parece estar alejándose del objetivo de la paz mundial. ¿Pueden la razón y la ciencia cambiar esta terrible tendencia?
Las palabras de Einstein «La ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia está ciega» siguen siendo válidas ahora en el siglo XXI.
Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad durante los últimos siglos, la razón y la ciencia no parecen ser antídotos suficientes contra la guerra. A pesar de nuestros grandes logros tecnológicos, intelectuales y educativos, las guerras siguen matándonos.
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¿Qué podemos aprender de los grandes filósofos para detener las guerras?
La confianza que tenía el influyente filósofo Immanuel Kant en la razón sustentaba su visión del futuro de la humanidad: sólo con ciudadanos globales en una república mundial federal, sostenía, podremos acabar con todas las guerras y construir una paz duradera.
Kant, que vivió en el siglo XVIII, hizo que esta visión tuviera relevancia para nosotros hoy. Así como los filósofos tienen derecho a mirar proféticamente hacia el futuro, los fundadores de religiones también deben hacerlo.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, hizo exactamente eso cuando reveló este mandato: “Hemos ordenado a toda la humanidad que establezca la Paz Menor, el más seguro de todos los medios para la protección de la humanidad”.
Así pues, exploremos ese objetivo dorado, la paz y la seguridad de la humanidad, desde una perspectiva tanto filosófica como religiosa, y examinemos los notables paralelismos que existen entre ambas.
La visión de futuro de Kant
Las guerras sangrientas han formado parte de todas las épocas. En cambio, en su «Paz perpetua» (1795), Kant desarrolló la idea de la «perfecta unión civil de la especie humana» en una república federal mundial.
Kant basó su receta para la paz no sólo confiando en la bondad de las personas o incluso en la providencia divina, sino únicamente en la razón y el derecho. Según Kant, la razón pertenece a todos los hombres en común, mientras que la religión –en sus palabras «eclesiástica»– satisface los intereses de quienes están en el poder. La razón y el derecho, afirmaba la filosofía de Kant, podían dar tres pasos hacia un mundo pacífico:
1. Para Kant, el primer paso debían ser los derechos de ciudadanía dentro de un pueblo. Los Estados-nación emergentes del siglo XIX ya avanzaban en esta dirección con sus constituciones.
2. En un segundo paso, Kant afirmaba que las disputas entre Estados debían estar reguladas por el derecho internacional. Esto se consiguió por primera vez, pero sólo breve y parcialmente, con la Sociedad de Naciones tras la catástrofe de la Primera Guerra Mundial originada en Europa.
3. El tercer paso de Kant recomendaba una «ciudadanía mundial» en la que todos fueran «… ciudadanos de un Estado humano general». En esta mancomunidad mundial, según él, un «supremo poder legislativo, gobernante y judicial» garantizaría que los conflictos pudieran resolverse de forma no violenta, y cada nación se uniría voluntariamente a una república federal mundial. El «derecho del más fuerte» soberano sería entonces finalmente sustituido por una ley basada en la razón y, por tanto, universalmente válida.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la fundación de las Naciones Unidas con su «Declaración Universal de los Derechos Humanos» comenzó a extender los derechos del individuo más allá de las fronteras nacionales.
Por supuesto, la época en que vivió Kant no estuvo en absoluto madura para sus ideas avanzadas. La reputación de Kant, y la de otros que pensaban como él, pronto se desvaneció en medio del caos de la Revolución Americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789, seguidas de las sangrientas rivalidades de las emergentes naciones-estado europeas. Comenzaba una era global de naciones soberanas.
Medio siglo más tarde, el poeta romántico e irónico-rebelde alemán Heinrich Heine también se preocupaba por el bienestar de la Tierra en su poema incitador de 1844: «… Queremos establecer el reino de los cielos aquí en la Tierra… El cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones». Heine murió en el exilio político en Francia en 1856, odiado por los nacionalistas alemanes y los antisemitas.
Ni siquiera el «filósofo de la decadencia» Friedrich Nietzsche estaba satisfecho con el consuelo tradicional de las religiones a una vida mejor en el más allá. Los poetas y filósofos de su época reforzaron la voluntad de «progreso en la tierra» exigida por la Ilustración y la industrialización. Mientras tanto, las ideologías del nacionalismo, el imperialismo y las formas de pensar materialistas de rápido crecimiento impulsaron el desarrollo de la civilización. Las ideas religiosas tradicionales se adaptaron a esta tendencia o se resistieron a ella.
La visión de futuro de Bahá’u’lláh: Ha llegado el momento
En algunos aspectos, el mundo actual parece ir en dirección contraria a las ideas de Kant sobre un nuevo orden: los éxitos contra el cambio climático global se están viendo enredados en los egoísmos nacionales; la concepción de la seguridad global y la idea de la paz mundial caen a menudo en el juego de la geopolítica.
Pero cualquiera que haya visto recientemente la película «Oppenheimer», ganadora de un Oscar, comprende que las armas nucleares cambiaron fundamentalmente nuestro mundo. Aunque sólo se hable de las llamadas «armas nucleares tácticas», que parecen triviales pero no lo son en absoluto, el potencial de uso de armas nucleares es más peligroso que nunca en un mundo armado hasta los dientes y en ebullición por tensiones cada vez mayores. Esto significa que la visión de Kant de la paz mundial en una «república mundial federal» habitada por ciudadanos globales ya no es un mero ensueño filosófico, sino que se ha convertido en un imperativo, absolutamente necesario e inevitable como siguiente paso en la evolución humana.
Los escritos bahá’ís ven la paz como una tarea futura ineludible que redunda en interés de toda la humanidad, y le han proporcionado una vía para establecer un orden mundial pacífico. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, reiteró las enseñanzas de Bahá’u’lláh sobre la unidad humana global al advertir al mundo contra el peligro de aferrarse a estados nacionales soberanos e inviolables:
La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa hacia la cual se aproxima ahora la sociedad. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta que una humanidad hostigada se empeña por lograr. La construcción de las naciones ha llegado a su fin. La anarquía inherente a la soberanía del Estado se acerca a su clímax. Un mundo que crece hacia la madurez debe abandonar este fetiche, reconocer la unicidad y la integridad de las relaciones humanas y establecer, de una vez por todas, el mecanismo que mejor pueda encarnar este principio fundamental de su vida. – El orden mundial de Bahá’u’lláh, p. 111.
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La atención que las enseñanzas bahá’ís prestan al futuro de este mundo puede parecer extraña a muchos, ya que la idea de un orden gubernamental global es un concepto nuevo en la historia de la religión. Pero es una respuesta, en el lenguaje de la Ilustración, a la emancipación largamente esperada de la razón humana de una comprensión eclesiástica tradicional de la religión. La verdad no puede hallarse a través de la tradición; depende de la razón así como de la palabra revelada. Así lo afirman las enseñanzas bahá’ís:
La unidad de la raza humana, tal como es concebida por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, creencias y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente
resguardadas. Esa mancomunidad, en la medida en que podemos visualizarla, debe estar constituida por un cuerpo legislativo mundial cuyos miembros, en calidad de representantes de toda la humanidad, controlarán en última instancia la totalidad de los recursos de todas las naciones integrantes, y promulgarán las leyes que fueren requeridas para reglamentar la vida, satisfacer las necesidades y ajustar las relaciones de todas las razas y pueblos. – Ibidem, p. 111.
Una comprensión tan concreta de un orden mundial que engloba a la humanidad en su conjunto puede sonar insólita para una religión. Sin embargo, los escritos bahá’ís afirman que las personas no sólo tienen necesidades materiales, sino que nuestra naturaleza espiritual, que incluye la razón, constituye la principal tarea de la humanidad, manteniendo un equilibrio entre el mundo material y el espiritual. Para tener paz, debemos centrar nuestra atención en ambos.Así pues, no es la razón la que nos ha fallado. El mundo está ahora más maduro que nunca para adoptar la visión de Kant de la paz mundial en el marco de una república federal mundial. Para ello, debe restablecerse el equilibrio entre las dos alas del «pájaro de la humanidad»: la fe y la razón, la religión y la ciencia. Sólo así podrá hacerse realidad la principal enseñanza de Bahá’u’lláh: «La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos».
Una versión previa de este artículo apareció por primera vez en alemán aquí: https://www.perspektivenwechsel-blog.de/bahai-artikel/kant-prophet-vernunft-2
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