Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Algunas personas pueden considerarme anticuada, tal vez incluso un dinosaurio. ¿Por qué? En lugar de confiar en un sistema tecnológico para llevar un registro de mi horario, uso una agenda de papel.
Disfruto revisar todo mi mes en una gran página; en las páginas siguientes agrego detalles de mi semana y luego, de cada día.
Al pasar a la agenda del año siguiente a mediados de diciembre, busco los eventos recurrentes para copiarlos en mi nuevo calendario, y agrego las fechas ya reservadas en el nuevo año.
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También utilizo este tiempo para reflexionar sobre el año que está a punto de terminar. Aunque la siguiente advertencia de Las Palabras Ocultas de Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, se refiere literalmente a «cada día», al final del año trato de contemplar mi año pasado en su totalidad:
Pídete cuentas a ti mismo cada día, antes de que seas llamado a rendirlas; pues la muerte te llegará sin aviso y serás llamado a dar cuenta de tus actos.
Tal vez ya has adivinado hacia dónde va esta historia del 2020. A principios de marzo, casi todo cambió debido a la pandemia del COVID-19. Mi agenda muestra docenas de puntos previamente programados: clases de baile, eventos deportivos, presentaciones artísticas y culturales, salidas, viajes, eventos especiales para fiestas cívicas, fechas de café, proyectos de servicio y más, todo tachado.
A medida que la pandemia fue avanzando, todos ideamos alternativas para algunos eventos que normalmente ocurrirían en persona. Vivo en la provincia canadiense de Ontario, y nuestros reglamentos y directrices se publican tanto a nivel provincial como regional. La situación de tu ciudad así como tus intereses personales serán diferentes a los míos, pero todos los que vivieron hasta el 2020 tienen su propia versión de esta historia. Las carreras se convirtieron en eventos virtuales. Se transmitieron conciertos. Las bibliotecas y los negocios esenciales ofrecían recogidas en la acera. El café con los amigos se convirtió en sentarse a distancia en un parque local con sillas plegables y tazas traídas de casa. Sí, cada uno de nosotros encontró alternativas, aunque todavía no he encontrado un sustituto para las clases de baile, sólo para dar un ejemplo.
Muchas facetas de la vida comunitaria de los bahá’ís -la fiesta de 19 días, los días sagrados y las reuniones de la Asamblea Espiritual Local- pasaron a ser eventos virtuales realizados a través de la computadora. Del mismo modo, confié en la tecnología para varios comités y esfuerzos voluntarios, incluso si eso diluyera el resultado.
A las pocas semanas de la pandemia empecé a escribir cosas que antes no me hubiera molestado en registrar. He aquí un ejemplo sencillo: Para evitar los viajes no esenciales y con respecto al distanciamiento físico, empecé a hacer compras de comestibles sólo cada 10 días, con una lista bien planificada, y durante el tiempo designado para las personas mayores mientras llevaban una mascarilla. También programé tareas puramente mecánicas, como lavar la ropa, para ayudar a llenar los espacios vacíos. Nunca me he aburrido, y siempre tengo algo que hacer. Pero sentí que era importante anotar las tareas para ofrecer alguna estructura a mi semana y tener evidencia del paso del tiempo.
Lamentablemente, mi agenda de 2020 tiene notas cuando me enteré de amigos de todo el mundo que se enfermaron de COVID o incluso murieron en esta vida física. Mientras honro sus recuerdos, sigo estando agradecida por mi propia buena salud, incluso sabiendo que mi futuro es tan incierto como el de cualquier otra persona.
Como jubilada sin hijos, me he librado de algunas de las dificultades que muchos otros enfrentan. No he perdido mi empleo ni mi lugar de trabajo; y no estoy separada de mis familiares. Sin embargo, soy igual que todos en esta vida, sujeta a pruebas y dificultades, cada una según nuestra capacidad. Muchas veces he tenido que aceptar decepciones o reajustar mi vida cotidiana, cuando incluso tareas antes sencillas se transformaban en un problema a resolver. Siendo así, tanto mi marido como yo aprendimos a adaptarnos para que nuestra casa siga funcionando bien. Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, ofreció esta perspectiva en una carta a un individuo bahá’í:
Cada problema que uno encuentra hace que el siguiente sea menos difícil. Uno aprende el método para enfrentarlos. Una agradable sorpresa es que después de que uno se ha encontrado con dificultades reales y las ha superado, está en posición de ayudar a otros.– [Traducción provisional por Oriana Vento]
La frase en latín «tempus fugit», atribuida a Virgilio hace más de 2000 años, nos recuerda que la ligereza con la que pasa el tiempo no es nueva. Considerando cómo mi agenda del 2020 cambió con respecto a mi agenda anterior, ya me pregunto cómo se verán las páginas del calendario del 2021 cuando el año que viene por estas fechas pase a mi agenda del 2022, si Dios quiere.
No podemos predecir cómo se desarrollará la pandemia y su creciente número de víctimas, cuándo terminará, cuáles serán los efectos residuales, o qué se puede considerar «normal» en un momento o lugar dado en el futuro. He aprendido que tampoco puedo confiar en mi propio calendario o en mis listas para darle sentido al año. Para ayudar a dar sentido a tantas incógnitas y mantener el optimismo, sólo tengo que considerar estas palabras de la Casa Universal de Justicia en una carta de fecha 19 de marzo de 2020:
…la humanidad atravesará finalmente esta prueba y emergerá al otro lado con una visión más amplia y una apreciación más profunda de su inherente unicidad e interdependencia.
Al terminar de cambiar mi nueva agenda, resolví que mi revisión del 2021 será una experiencia gratificante. A través de un esfuerzo consciente quiero que sea un año de propósito, crecimiento, alegría y amor. Dondequiera que estés, lo que sea que el 2020 haya significado para ti, te deseo lo mejor para el 2021.
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