Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si las Naciones Unidas no cumplen los criterios o cumplen la visión de las enseñanzas bahá’ís para la unidad mundial, ¿qué sería?
El objetivo principal de la Fe Bahá’í – la unidad mundial – no fue ideado por los bahá’ís recientemente. Vino directamente de Bahá’u’lláh:
¡Oh gobernantes de la Tierra! Reconciliaos entre vosotros, para que no necesitéis más de armamentos salvo en la medida en que lo exija la protección de vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desestiméis el consejo del Omnisciente, el Fiel.
Manteneos unidos, oh reyes de la Tierra, pues con ello la tempestad de la discordia será acallada entre vosotros y vuestros pueblos encontrarán descanso, si sois de aquellos que comprenden. Si uno de entre vosotros tomare armas contra otro, levantaos todos contra él, pues esto no es sino justicia manifiesta…
Los instrumentos que son esenciales para la protección inmediata, la seguridad y la salvaguardia de la raza humana han sido confiados a los gobernantes de la sociedad humana, y están en su poder. – Bahá’u’lláh, La proclamación de Bahá’u’lláh, página 11
Bahá’u’lláh envió cartas y tablas a los gobernantes y reyes del mundo durante la segunda mitad del siglo XIX, advirtiéndoles que cesaran sus prácticas de guerra, esclavitud, impuestos excesivos para el armamento y la opresión. Entregó un nuevo y divino edicto de paz a la élite gobernante del mundo, diciéndoles que debían bajar sus armamentos, resolver sus diferencias y establecer la unidad entre las naciones.
Pero esos gobernantes persistieron en su desunión. Y en rápida sucesión después del paso de Bahá’u’lláh, tal como lo habían predicho los escritos bahá’ís, el mundo pronto se vio envuelto en sus dos guerras más devastadoras y ruinosas. La única manera de salir de esos crueles baños de sangre globales, dijo ‘Abdu’l-Bahá, es la unidad:
Durante seis mil años han estado las naciones odiándose entre sí, es hora de ponerle freno. La guerra debe cesar. Unámonos y amémonos y aguardemos a ver los resultados. Sabemos que los efectos de la guerra son malos. Pues bien, pongamos a prueba la paz, a modo de experimento, y si la paz arroja malos resultados, ¡entonces podremos decidir volver a nuestro inveterado estado de guerra! En todo caso concédase que hagamos el experimento. Si comprobamos que la unidad nos trae Luz, prosigamos. Durante seis mil años hemos estado hollando el camino de la izquierda; probemos ahora el camino de la derecha. Hemos transcurrido muchos siglos en la oscuridad, avancemos ahora hacia la luz. – ‘Abdu’l-Bahá en Londres, página 21
Para llegar a ese estado de unidad y la completa cesación de la guerra, la Fe Bahá’í tiene un plan muy definido y detallado para la paz. Los bahá’ís de todo el mundo abogan por y trabajan hacia la visión que guía ese plan de paz. El Guardián de la Fe Bahá’í, Shoghi Effendi, describió maravillosamente lo que los bahá’ís esperan y confían en que el Plan Bahá’í de Paz se convertirá en lo que las Naciones Unidas y sus sucesores llegarán a ser:
Es necesario desarrollar cierta forma de Súper-Estado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo voluntariamente habrán de ceder todo derecho a entrar en guerra, ciertos derechos a recaudar impuestos y todos los derechos a mantener armamentos, salvo con el propósito de mantener el orden interno dentro de sus respectivos dominios. Dicho estado habrá de incluir en su órbita a un Poder Ejecutivo Internacional con capacidad para hacer valer la autoridad suprema e indiscutible en todo miembro recalcitrante de la mancomunidad; un Parlamento Mundial cuyos miembros serán elegidos por el pueblo en sus respectivos países y cuya elección será confirmada por sus respectivos gobiernos; y un Tribunal Supremo cuyos dictámenes tendrán efectos obligatorios aun en los casos en que las partes interesadas no estén voluntariamente de acuerdo en someter la disputa a su consideración. Una comunidad mundial en la que todas las barreras económicas serán derribadas para siempre y en la que se reconocerá definitivamente la interdependencia del Capital y el Trabajo; en la que el clamor del fanatismo y el conflicto religioso será acallado para siempre; en la que será finalmente extinguida la llama de la animosidad racial; en la que un código único de derecho internacional -producto de un juicioso análisis de los representantes federados del mundo- será sancionado por la intervención instantánea y coercitiva de las fuerzas combinadas de las unidades federadas; y, finalmente, una comunidad mundial en la que el furor de un nacionalismo caprichoso y militante será trocado en una perdurable conciencia de ciudadanía mundial; así es como se presenta, en líneas generales, el Orden anticipado por Bahá’u’lláh, Orden que habrá de ser considerado el más hermoso fruto de una era en lenta maduración. – Shoghi Effendi, La meta de un nuevo orden mundial, páginas 16-17
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